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lunes, 12 de noviembre de 2007

Disco: Alivio De Luto (2005)

Solista: Joaquín Sabina (España)

“Joaquín Sabina, es o no es poeta”, he ahí la pregunta. Algunos afirman que no sólo es un vate hecho y derecho, sino que también linda con lo místico, a la manera de esos ancianos visionarios de las tribus prehistóricas, que, además de brujos y puentes con el más allá, eran el concentrado de la memoria colectiva y las artes en su integridad. Otros, sin embargo, quizá pecando de mezquinos, lo señalan como un cantante de fea voz y con cierta capacidad para los versos, pero de ninguna manera como un bardo talentoso y experimentado. ¿Con qué postura me quedo? No lo sé aún. Lo decidiré luego de analizar el que, por ahora, es el último disco de Joaquín: Alivio de Luto.

El disco prende la mecha con Pájaros de Portugal. Con una construcción sonora sencilla, la lírica avanza con el trote de un caballo elegante y airoso. Dice la voz: “No conocían el mar / y se les antojó más triste que en la tele / pájaros de Portugal / sin dirección ni alpiste ni papeles”. No son los mejores versos de Sabina, pero me deja en claro que las historias que me narrará, las historias simples y llanas o las historias de sus sentimientos, no serán mostradas con la evidencia ni el descaro de lo explícito. Sabina lo que pretende es la construcción de metáforas, que serán deshilvanadas por el escucha y adquirirán un sentido según la forma de percibir de cada uno. ¡Ay, Rocío! es dedicada a una de sus hijas. Con un guitarra sutil de fondo, dice Sabina: “Un ducado de más / qué desastre de adanes y evas / o quizás una canción / si supieras que yo / te hago caso de ombligos a brevas”. Rocío, entonces, es su hija, pero también una canción con el mismo nombre que intenta reflejar, en un espejo de palabras, el espíritu saltarín de una adolescente inquieta. Con aires españoles, Paisanaje nos muestra que Sabina goza de facilidad para el verso, pero que, en términos musicales, evidencia una pobreza reiterativa. La voz suelta: “porque primus interpares / era tu brinco / no hagas ripios, malabares / que te la jinco”. Incendiando la sintaxis, Joaquín se regodea haciendo retruécanos verbales que dejan mareado al menos avisado, y que, tal vez, son efectivos por su sonoridad, pero que, a mi parecer, se acercan más a una masturbación lingüística que a un verdadero logro en la canción iberoamericana. Otro track: Seis tequilas. Dice la lírica: “me falta una mujer / me sobran seis tequilas”. Esta pieza, que es el momento más pobre del álbum, grafica a plenitud el triste cantautor en el que se está convirtiendo Sabina: una nulidad en términos musicales, y un mito bohemio que goza al alimentar su manida fama. Un pena, ciertamente. ¿Y el resto del disco? Pues es una mala canción tras otra mucho peor, las cuales, sin embargo, brillan por su calidad lírica. Me pregunto: ¿qué pensará, dentro de una perspectiva musical, un angloparlante monolingüe de Joaquín Sabina? Supongo que lo mismo que un iberoamericano monolingüe de Bob Dylan. Es decir, que Joaquín, para los que entienden sus letras, es un buen cantante, pero para los otros, es un pésimo músico.

¿Algo destacable? Pues sí. La canción Con lo que eso duele. Brilla entre las demás por su plasticidad sonora. En esta pieza, Sabina alcanza lo que en la década del 90 hizo en varios discos: la amalgama perfecta entre la música y la letra; es decir, la composición perfecta de una canción. “Con lo que eso duele” es en verdad recomendable.

Y bien, Joaquín Sabina, ¿es o no es poeta? Pues, quizá, si no uno bueno, es por lo menos un poeta promedio. Pero creo que la principal pregunta es: Joaquín Sabina ¿es o no es músico? Pues, definitivamente, en Alivio de Luto se muestra como músico, pero de los peores que existen. Lástima, sin duda una lástima.

Julio Meza Díaz

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