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sábado, 23 de febrero de 2008

Disco: Boleto (2006)

Grupo: Bareto (Perú)

Una pregunta: si uno hace un grupo musical, ¿necesariamente tiene que hacer canciones? ¿O, prescindiendo de un vocalista, se pueden hacer únicamente piezas sonoras? Tal vez en estos devaneos existenciales se entregó la gente de Bareto antes de trazar su primera composición. Y, sin temor al rechazo, acaso se respondieron: queremos hacer música sin letra, música que comunica más con un La sostenido que con un verso estúpido y soso, música al fin y al cabo, que hace vibrar al que la escucha y hace sentir fuego vivo al que la ejecuta. Quizás se dijeron eso o quizás no. Pero de lo que estoy seguro es que atinaron en el blanco, y supieron guiar sus esfuerzos hacia un propósito creativo que sorprende por su iniciativa y agrada por su calidad. Por eso, no arrojo mis palabras al vacío cuando sugiero, a mi estimable lector / oyente, que, si quiere pasar un momento simpático, se ponga a oír el Boleto (2006) o el Ombligo (2005), ambas producciones de Bareto, que demuestran que no sólo de punk vive el hombre.

Pero bueno, antes de los elogios, pasemos a la crítica de rigor. Saquemos nuestro Boleto y comencemos un viaje por las intimidades sonoras de Bareto.

La fuga de Túnez abre el disco con unos sonidos cautelosos que, poco a poco, tras el ingreso de uno y otro instrumento, van describiendo una huída mágica por territorios ondulantes. Algo que se debe apreciar con atención son los instrumentos de viento, que parecen iniciar un diálogo cadencioso con los punteos de la guitarra eléctrica. En seguida, suena Bam Bam. Con la misma estructura musical, se da predominio al aparato de las seis cuerdas, tanto en su lado más agudo como en los vibrantes bajos. Algunas piezas después, le toca el turno a La del brazo, el que, a mi parecer, es el track más hermoso del álbum. Con una melodía tomada de una canción de Frágil, el emblemático grupo de rock progresivo peruano, Bareto desarrolla una elegante y sabrosa composición, que empieza con un tímido bajo, pero que fluye con un saxofón que parece una cometa en un apacible cielo celeste. Con la misma atmósfera que su nombre genera, Tarantino (nombre del talentoso director de películas como Reservoir dogs o Kill Bill) es una pieza sombría, que hace alusión a movimientos sospechosos, a pasos calculados pero desenvueltos con temeridad. Tarantino es, según mi parecer, la más dura de las ejecuciones de Bareto, dura en el sentido de un ritmo latino muy barroco. Por último, no puedo concluir sin comentar La calor, que, como su nombre lo indica con su equivocado pero sugestivo artículo (la), hereda mucho de la música selvática, sobre todo de los sonidos alegres y acalorados de Juaneco y su combo, los cuales, aún después de varias separaciones y muertes de sus integrantes, siguen tocando y alegrando la deliciosa selva peruana y alrededores.

Bareto, pues, hace pensar que nuevos aires corren en la composición musical peruana. Y hace pensar, sobre todo, que la buena música de ahora no necesariamente debe ser cantada, sino pregúnteles a los excelentísimos Bareto.
Julio Meza Díaz

Gracias a Youtube algunos videos: