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martes, 15 de abril de 2008

Disco: Verano Fatal (2007)

Dúo: Nacho Vegas y Chritina Rosenvinge (España)

Para comprender este disco basta con analizar su portada. Christina Rosenvinge luce gesto de desdén, que cuadra de forma adecuada con el estereotipo de la femme fatal que desea pero que no demuestra su goce. Nacho Vegas, con su rostro anguloso, pone al descubierto su papel activo, pues, con su ligera postura que tiende hacia la caída, es el que sostiene la unión de los cigarros, los que, por cierto, se vinculan en un detalle importante: el fuego. Es un micro incendio, una candela mínima, la que mantiene el contacto de estos artistas. No hace falta el encuentro de las miradas (por este motivo, tienen los ojos cubiertos con enormes lentes negros), ya que la ligazón es mucho más intensa. Esta se da por el elemento que consume y redime, que a veces explota pero funde: la llama rojiza, propia del infierno satánico y de la totalidad de Dios en el antiguo testamento.

“¡Tirada de los pelos!”, puede gritarme usted, querido lector / oyente, sobre mi interpretación. Pero yo sacaré a mi favor el mencionado disco y lo pondré a girar: mis argumentos, entonces, serán los sonidos armónicos de este agradable álbum.

Ahora bien, de las siete canciones que componen Verano Fatal, me parece que hay dos que destacan sobre las demás: la que da título al disco y Me he perdido. La primera, Verano Fatal, es en la que mejor se aprecia el diálogo de las voces. Teniendo como fondo un muro acerado de guitarras eléctricas, Christina Rosenvinge suelta: “hacer siempre lo incorrecto es una forma de acertar”. Más adelante, Nacho Vegas dice: “para ser un buen cantante tienes que desafinar”. Con frases de tono asertivo, la canción avanza en una estructura semejante al movimiento del péndulo, es decir, va de un lado a otro: en un momento pareciera retener cierta fuerza explosiva y, en otro, revienta hasta una plenitud grisácea y melancólica. En Me he perdido, con punteos delicados de cuerdas, y una voz seca y afilada como una navaja, se narra el encuentro metafórico de un hombre con una mujer sombría. La voz dice, describiendo a su manera el espíritu destrozado de la fémina: “Miré hacia el suelo y me santigüé / te encontré entre los escombros / y aún quedaba un muro en pie / te vi apoyada en él y creo que / lo hacías para no perder la fe”.

“¿Pero es bueno o malo este disco?”, me preguntará con razón el lector / oyente. Pues seré claro en este punto: si bien la junta entre Nacho Vegas y Christina Rosenvinge ha sacado chispas y, es más, ha originado un ardor que no sólo enciende cigarros, sino también los ánimos de los oyentes, el disco en mención convence cuando llega a su clímax, como en Me he perdido o en Verano Fatal, pero en otros temas, como en Ayer te vi, por ejemplo, la simpleza musical y las voces que se arrastran corroen los buenos cimientos del proyecto musical del dúo español.

Así, llego a la conclusión que sólo lo que es candela en el mundo de la música pervive y sobresale, pues, parafraseando la legendaria frase de Mario Vargas Llosa, afirmo que “la música es fuego”.
Julio Meza Díaz

Videos para un verano fatal:





martes, 8 de abril de 2008

Disco: Aznar - Lebón / Lebón Aznar (2007)


Dueto: Pedro Aznar y David Lebón (Argentina)

Hay algo que siempre me ha inquietado de los argentinos: es difícil encontrar rock de pésima calidad hecho por ellos. Desde Litto Nebbia hasta más allá de Fito Páez, siempre se han destacado por su brillante manejo de la plástica sonora. Es cierto que la influencia de los ingleses es determinante en sus diversos estilos, pero se tiene que señalar que han sabido leer la escuela extranjera desde su óptica personal, creando de este modo un sonido propio y de rasgos definidos. Por supuesto que mis afirmaciones caen en el saco roto y dudoso del juicio de valor que opta por la generalización. Sin embargo, mi propósito no es dictar cátedra, sino hacer una breve semblanza que justifique creaciones tan sencillas pero a la vez tan maravillosas como el disco Aznar - Lebón / Lebón - Aznar.

Este estupendo disco doble, trazado a cuatro manos por Pedro Aznar y David Lebón, la mitad de aquel mítico grupo llamado Serú Giran, es el resultado de un conjunto de presentaciones que la dupla de cantantes dio en el teatro Nd Ateneo de Buenos Aires. Sin duda alguna, el público que estuvo presente deliró con las canciones que entonaron, con un talento de tono entrañable, tanto Aznar como Lebón. Prueba de eso son las palmas y gritos que se encuentran entre track y track, y que no representan más que la euforia de contemplar la destreza artística en su más armoniosa evolución.

¿Resaltan algunas piezas? Pues me parece que sí. Por ejemplo, Sólo Dios sabe, canción en principio grabada por los Beach Boys con el título de God only knows. La versión realizada por Aznar y Lebón no es superior a la original, pero tampoco inferior. Es, a mi parecer, del mismo nivel. Algo que quiero resaltar de Sólo Dios sabe es el manejo de voces de ambos artistas: siendo corto en la adjetivación, dicha técnica puede calificarse como sumamente pulida. Otra pieza que destaca como las rosas frente a las demás flores es Amor de juventud. Con un bajo que acompaña dulcemente a la voz, la canción se va construyendo en una progresión delicada, hasta llegar a la versatilidad que da el conjunto de todos los instrumentos. Dice la voz: “Amor de juventud / sus brazos por primera vez / amor de juventud / un beso y es el infinito / amor de juventud”. Con tinte político, un track interesante es Mano dura. Imprimiendo una atmósfera siniestra y tensa gracias a la batería sincopada y las cuerdas que avanzan al ritmo de caballos marchantes, dicha canción dispara: “Hey, mano dura / tanto hablar de la maldad / hey, mano dura / puño y fuego no traen paz”. Palabras estas que me hacen recordar a las personas desaparecidas durante la dictadura militar: ese hijo de puta de Videla parecía el mismísimo demonio. Y, para cerrar con la cereza sobre el delicioso helado, se escucha en el último track del último disco una pieza para los nostálgicos: Seminare, de Serú Girán. Por supuesto, comentar esta canción está de más.

¿Y qué resultado dan las sumas y las restas? Pues uno solo: únicamente hay sumas. Y, para el cierre, quiero dar una frase que me despierta el disco en mención: en el arte, como en el mundo del vino y de los argentinos, los néctares maduros dan siempre un buen producto.

Julio Meza Díaz

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