Páginas

jueves, 13 de diciembre de 2007

Disco: Manifiesto (2006)


Grupo: Voz Propia (Perú)

Con más de dos décadas moviéndose en la escena underground, Voz Propia llegó a una de las cúspides de su masificación, cuando obtuvo el 2006 la nómina de mejor grupo de rock nacional, según una encuesta realizada por el diario El Comercio. ¿La razón de este nombramiento? Pues su última producción: El Manifiesto. ¿Estoy de acuerdo con este galardón? Para dar una respuesta adecuada, primero tendría que haber oído todos los discos de rock peruano del año que pasó. Y, como soy ocioso, me limitaré solo a prestar atención a lo hecho por Voz Propia.

Empecemos.

Aunque lleva un título que pareciera anunciar música panfletaria o la presentación de una novísima corriente dentro de la escena del rock local, El Manifiesto es un disco de rock que no apuesta por una postura política clara (en términos criollos, no es ni chicha ni limonada) ni da la dirección de un reciente camino musical. Veo pues, que este disco de Voz Propia, por lo menos en un principio, es un embauque. Y, lamentablemente, a medida que voy avanzando en el acto de escuchar las canciones, voy descubriendo que el resto de la producción es de la misma calaña: un timo tras otro. ¿Por qué? Pues El Manifiesto no está a la altura de varios de los discos de Voz Propia (por ejemplo, Los días y las sombras, Ave de paso o Hamlet) y me da la impresión que me han vendido un cd de un grupo en el cual canta a veces Miguel Ángel Vidal, pero en el que no se nota un esfuerzo por buscar una mejora sonora.

Ya lejos de su característico sonido dark, Voz Propia suena, por momentos, reposado o, más bien, cansado como un viejo que sufre de artrosis. Esto se nota en el primer track del disco: Invisible. Con unas guitarras simplonas y una batería menos potente que un tambor de fiesta infantil, el cantante bota con desgano la sosa historia de un hombre invisible. Sin el menor entusiasmo (pues si hay una forma de expresar la mediocridad de manera musical, Voz Propia la halló en esta canción), la pieza termina como invitando al sueño o al hecho de apagar el cd player. Pero no me dejo vencer, e insisto. A continuación, el despliegue musical no mejora. En El flechado, me encuentro con el mismo esquema: la voz de Miguel Ángel Vidal que canta como si no lo quisiera hacer, una batería sin la menor audacia y una guitarra que se pierde en punteos indescifrables, que parten bien pero que acaban perdidos en secuencias tontas y chillonas. Lo único rescatable: el órgano. Y es rescatable quizá porque no se deja escuchar del todo. En la misma línea siguen: Monocarbono, Terrible Melodía (que, por cierto, es literalmente terrible por lo mala que es), El club de la pelea y La canción sin fin (que, gracias a Dios, en un momento termina). Mención aparte merecen A lo lejos y Gigoló. Cantadas por Ramón Escalante, dan la impresión que pertenecen a otro disco o, peor aún, que son de otro grupo. Hay que recordar que es bueno el cambio y la búsqueda de nuevas estéticas por parte de las agrupaciones de rock, pero esto no se debe llevar al extremo. En A lo lejos y Gigoló, Voz Propia suena a una suerte de mezcla de punk y música adulto contemporánea. Cosa que no me sorprende, pero ¿estarán a gusto sus incondiciones de escuchar semejante incongruencia con las posturas de dicho grupo en los años 80? Habrá que esperar la opinión de los mencionados.

¿Algo rescatable? Sí. Un grupo con talento siempre tiene algo bueno que ofrecer. Y eso hace Voz Propia con Lentes Amarillos. Con guitarras que están atrapadas por una rapidez desbordante, la voz declara que ante el cielo gris ha encontrado una solución: usar lentes amarillos. Sin duda, esta pieza es lo mejor de El Manifiesto.

¿Y es el mejor disco del 2006? Me parece que no. En aquel año, la producción nacional dio a luz a muchos cd rescatables y de calidad artística superior a El Manifiesto. ¿Mejorará Voz Propia? Pues habrá que esperar. Quizás nuevos vientos soplen en su vida creativa y termine en buen puerto o, por el contrario, acabe encallado en una playa de piedras filudas.

Julio Meza Díaz

You Tube y lo nuestro:




domingo, 9 de diciembre de 2007

Disco: Rodolfo (2007)

Solista: Fito Páez (Argentina)

En una ocasión, un amigo bonaerense me dijo: “cuando un argentino canta, las estrellas brillan con mayor intensidad”. Y, con la sorpresa que causa lo inexplicable, me parece que su afirmación no tiene error alguno, pues, mientras escucho el Rodolfo, el último disco de Fito Páez, veo a través de mi ventana la noche despejada que, desde que sonó la primera nota de piano del rosarino Fito, muestra puntos dorados y plateados incandescentes que crecen y crecen como si estuvieran atrapados en un estallido infinito. Esto demuestra una cosa: que Fito lo logró otra vez. Es decir, ha embelesado a su público; ha conquistado nuevos oyentes; ha hecho vibrar a sus compañeros: los astros.

Soy capaz de seguir lanzando alabanzas para Fito, pero tengo presente la máxima que guía estos comentarios: no ser tan regalón con mis adjetivos.

Comenzaré por lo feo para que luego reluzca lo bello.

Me parece que Fito ha conseguido hacer un álbum interesante, pues tiene un concepto musical que está definido por el uso sencillo de la voz acompañada por un piano. O sea, como diría un criollo avispado, “casi casi y Fito por poco toca con la voz calata”. Y, a mi parecer, ese rasgo es resaltante, pero a la vez problemático, porque sus canciones suenan como si carecieran de arreglos, como si no estuvieran del todo terminadas, como si fuera un ensayo antes de la grabación. Por otro lado, las líricas son demasiado claras, y esto, para mí, no es un defecto. Sin embargo, hay que recordar que algo de la magia de la verdadera poesía consiste en guardar el secreto de lo hermoso, de lo lejano y brillante, detrás de los mantos livianos y sedosos de los términos claroscuros. Los orientales lo sabían muy bien. La luz tenue, la penumbra ligera es el ambiente adecuado para lo hermoso.

Sobre lo mejor, diré algunas palabras, muy escasas en realidad, pues de lo bueno, como dicen lo viejos, se debe dar poco para que sea doblemente bueno.

Recomendaré unas cuantas canciones, pues todas son de regular para arriba, pero, para ser sincero, solo algunas me parecen resaltantes. En este grupo están: Si es amor, Siempre te voy a amar y El verdadero amar. Como es evidente, el tema amoroso se pone sobre el tapete, y se habla de éste mostrando sus contradicciones, sus obsesiones y sus problemas; quedando demostrado que sobre el amor se ha escrito mucho y se puede seguir escribiendo más todavía. Comentario aparte merece Sofi fue una nena de mamá. En esta canción se narra la triste historia de Sofi, una joven que, con su triste existencia, demuestra que sufre más el que lo tuvo todo y luego no posee nada, pues vivir dos situaciones rotundamente contradictorias empuja al ser humano a sus límites existenciales. Por otro lado, quiero señalar dos piezas, las únicas piezas instrumentales de este disco: Nocturno en sol y Waltz for Marguie. En ellas, Fito demuestra su maestría en la composición y, sobre todo, en la ejecución de música de cámara. Esto significa que, si Fito se va al carajo como músico de rock, podría dedicarse a concertista de salón o pianista de club nocturno.

Y bueno, ahora esperaré con curiosidad la siguiente obra del rosarino, quien brilla, brilla en el firmamento, como un cometa que avanza y avanza con la libertad que solo se logra cuando se está en el infinito o en el ejercicio placentero y pleno de cualquier arte.
Julio Meza Díaz

You Tube para nosotros: