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domingo, 30 de marzo de 2008

Disco: A talonear! (2007)

Grupo: El Tri (México)

Lo que voy a decir es casi un pecado para mi grupo de amigos adictos a la buena música: me encanta El Tri. Lo sé: es un grupo demasiado comercial, en términos artísticos sus composiciones son pobres, la voz es inaguantable como la fricción de dos hierros oxidados, y su actitud rockera es tan anacrónica que incluso sus ingenuos ropajes generan más ternura que excitación. Pero hay algo que debo agregar a favor de esta banda mexicana: Alex Lora y compañía, con sus virtudes y defectos, han trazado algunas canciones muy efectivas, que aún se siguen coreando en fiestas y conciertos. Y, como si lo anterior fuera poco, han logrado algunos imposibles para muchos rockeros: ser escuchados, admirados y, sobre todo, queridos.

Con casi tres décadas en la brega, El Tri ha publicado A talonear, su más reciente disco, que es un conjunto de diez canciones que, para los fanáticos, será melodía deleitosa en sus oídos y, para los críticos ortodoxos, será más de lo mismo. ¿Mi postura? Pues me colocó en un punto intermedio. Es cierto, lo expuesto en esta producción es semejante a lo que, en el pasado más reciente, ha sido el estilo guerrero del Tri. Pero eso no significa que sus actuales composiciones sean malas. Pues, como cualquiera con buen gusto diría, los tracks de A talonear tienen un brillo propio y rotundo.

El disco comienza con A talonear, que abre con un puñado de gritos y sonidos guturales que dan una buena pista de lo que serán los minutos siguientes: rock and roll del más fuerte y puro. Las guitarras, estridentes y distorsionadas; la batería, enérgica y cómplice; la voz, acerada y ronca; todos los componentes suman para dar cabida a un tema poderoso como el estallido de un misil. La letra dice: “Hoy es uno de esos días / en que no tengo ganas de hacer nada / quisiera quedarme acostado / tocando la guitarra / pero tengo muchas deudas / y muchas preocupaciones / así que más me vale ponerme ya a talonear”. ¿El tocar música como puerta de escape de una realidad cruda? Al parecer, sí. “El talonear” o hacer rock, para esta canción, es la única manera de producir ingresos materiales. O, como dice un amigo idealista que recién empieza en el mundo de la composición, “se vive del rock o se muere por él”. Con la misma potencia, en Nunca es tarde, Alex Lora canta: “Vamos vagando sin rumbo / como animas en pena… nuestra visión es borrosa… señor danos la serenidad / para aceptar las cosas que no podemos cambiar / valor para cambiar las que podemos”. La presencia de Dios en las canciones de El Tri es continua. En sus discos previos, ya había presentado piezas con referencias a íconos de la cultura religiosa mexicana (la Virgen de Guadalupe, por ejemplo). Alex Lora es un compositor creyente que expone en sus trabajos sus necesidades y cuestionamientos de fe. Con una música más liviana, cercana a una suerte de balada dark, en Mañana, la voz de Alex Lora canta: “No te creas todas tus mentiras / no inventes mas pretextos / si tu quieres la puedes hacer / ahorita es el momento / en el que hay que echarle ganas”. En esta pieza, la lírica casi roza con el discurso de autoayuda, situación que, si bien para algunos es positiva, a mí me parece una concesión para las masas. Esto mismo se repite en Tenemos que hacer el amor, en el cual destaca un coro en verdad vergonzoso, que, sin ningún objeto estético, repite hasta el cansancio el mismo estribillo. El disco cierra con, quizás, la mejor canción: Qué padre es soñar. Ésta es una pieza melancólica con un discurso político optimista y hasta tal vez ingenuo, pero de una conmovedora melodía. Dice la voz: “Prefiero seguir soñando / que aceptar la realidad”. Excelente, sin duda.

¿Y es un buen disco esta última entrega de El Tri? Pues no será de lo mejor del rock mexicano, pero es destacable y, sobre todo, da luces sobre lo que es una vida de coherencia (es decir, la vida de El Tri) ligada al arte y, sobre todo, al rock and roll.
Julio Meza Díaz

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