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sábado, 29 de septiembre de 2007

Disco: Chaski Changes (2006)


Grupo: Rafo Ráez Y Los Paranoias (Perú)

Hasta hace poco, cuando escuchaba a Rafo Ráez, a mí me atacaba la nostalgia.

Era la década del noventa. Yo aún estaba en secundaria, y, pese a lo que mandaba la regla, no me satisfacía con las propuestas radiales. De modo que salí en búsqueda de nuevos sonidos y, gracias a un amigo llamado Rubén, conocí el primer disco en solista de Rafo Ráez: Suicida de 16. Con esa producción de fondo musical, dejé que fluyera mi adolescencia, que fue un conjunto de años en los que me dolía el existir.

Como decía, entonces, hasta hace poco, cuando escuchaba a Rafo Ráez, yo recordaba mis primeros choques contra la existencia.

Pero ahora, que he puesto en mi cd player su último disco, Chaski Changes, viene a mi cabeza la popular sentencia que indica que las cosas cambian y que, a veces, cambian para mal.

Desde hace mucho tiempo, Rafo Ráez ha venido trabajando en una obra ecléctica, bastante personal, que linda con la trova, pero que se instala en el territorio del rock. Chaski Changes es el resultado de esta búsqueda estética, que, para mí, ya ha perdido el norte y se dirige hacia el terrible extravío.

Acompañado por los Paranoias, Rafo Ráez intenta en Chaki Changes crear atmósferas sonoras. Pero el método que usa para lograr su propósito es el más inadecuado. Emplea los teclados con torpeza (no se necesita ser un experto para concluir que Rafo Ráez es un inhábil con el piano y el órgano), modula la voz hasta convertirla en un pitillo molestoso y abandona la fuerza de la batería y la guitarra eléctrica. Este corte lo tienen canciones como Déjalo morir en casa, Perdóname, Radiografías, Víboras místicas, Chico de ciencia ficción y Siempre se te extraña aquí.

Como si fueran un añadido a la lógica imperante del disco, se encuentran también canciones de una naturaleza sencilla y cercana a lo realizado antes por Rafo. Por ejemplo, en este lote de piezas tenemos a La chica de mis sueños. Con guitarras estridentes de acompañamiento, Rafo vocifera, de manera poco inspirada: “Dime si eres lesbiana / porque a mí me has vuelto maricón”. Otro track es Los planetas. Esta es una canción singular. No tanto por sus virtudes estéticas, sino más bien porque demuestra la coherencia que maneja Rafo al momento de hacer líricas. Dice, luego de hacer referencia a teorías sobre el universo: Galileo Galilei / Thomas Newton y su ley / Edgar Allan Poe y sus desvaríos. Me pregunto: ¿Qué tienen que ver esos científicos con el cuentista norteamericano? Explícamelo, querido lector / oyente.

No obstante el cúmulo de errores de este álbum, hay que admitir que Rafo, como siempre, ha hecho por lo menos un par de buenas canciones. Son los destellos en la noche oscura del compositor. Ahí tenemos: Tus ex, mis ex y 2.6. La primera tiene un ritmo sincopado, que se acerca al landó y a lo realizado por Portishead. La otra es una pieza con guitarras acústicas y una batería que vibra con fuerza. Su lírica hace referencia a los sentimientos calculados matemáticamente. Son, sin duda, recomendables.

Como decía, hasta hace poco, cuando escuchaba a Rafo Ráez, a mí me atacaba la nostalgia.

Pero ahora, que he puesto en mi cd player el Chaki Changes, me da pena. Porque estoy ante un músico con talento, que tuvo un tiempo dorado y que, sin embargo, está perdiendo el brillo y, salvo muy pocos, nadie se lo hace notar.

Ahora, cuando escucho a Rafo Ráez, me ataca la pena…
Julio Meza Díaz

You Tube y sus virtudes:






miércoles, 19 de septiembre de 2007

Disco: El Zafiro De Las Galas (Urbano 003, 2007)


Solista: Daniel F. (Perú)

Como todo buen poeta sabe, las palabras a veces son insuficientes para describir los más hondos sentimientos. Como todo crítico que se respete sabe, los comentarios a veces son insuficientes para describir las más logradas obras de arte. Como me estoy percatando ahora (mientras escucho El Zafiro De Las Galas), mis adjetivos serán muy pobres para describir este último disco de Daniel F.

Comencemos por el título: El Zafiro De Las Galas. ¿Qué nos dice? Pues que, como literalmente lo enuncia, las piezas de esta producción son las más logradas de un gran conjunto de canciones. Fueron, pues, el resultado de una selección minuciosa, casi de científico, por parte del autor. ¿Tuvo buen oído al escogerlas? Sí. ¿Por qué lo afirmo de manera tan tajante? Por las siguientes razones.

Tomando cierta distancia del rock progresivo que practica con Leusemia, Daniel F. ha hecho lo que mejor sabe hacer: canciones breves, a veces melancólicas, a veces de catarsis amorosa, canciones que, finalmente, apelan más a la inteligencia sentimental que al oído del escucha que desea virtuosismo desembocado. Su actual estilo es tranquilo, un poco sombrío, pero siempre calmo y lento, propio de un cantautor que ya ha dejado atrás la juventud y, obviamente, sus despeinados impulsos. Daniel F. toca temas fundamentales: la muerte, el amor, la soledad. Sufre de verborrea, pero esto no se nota como un error, sino como una capacidad brillante, pues suelta versos certeros y los teje con la habilidad del experto. Esa es la palabra: experto. Daniel F. es ya un experto. Y lo que hace ahora es demostrarnos su capacidad de volar entre las notas musicales.

¿Qué canciones recomiendo? Pues todas. Pero hay algunas que me han conmovido más que otras, que me han calado con profundidad y que me impulsan a vociferar a todos los vientos la calidad de este caluroso disco. Como todo compositor talentoso, Daniel F. hace himnos inolvidables, como El Pasadizo De Las Sombras 1, que podría ser motivo de un largo comentario aparte. Crea también atmósferas penumbrosas que, por ejemplo, podemos hallar en la canción titulada En Las Fauces De Nombradía. Hace melodías pegajosas, que habla de compañías infinitas, mientras se cuestiona su realidad de trovador, de excelente trovador. ¿En dónde se escucha esto? En Los Vagabundos. Demuestra su conocimiento de la poesía contemporánea peruana, y se apoya en versos de Rocío Silva Santisteban; y, por supuesto, añade detalles de su cosecha, y crea una pieza casi inacabable (¡y ojalá nunca acabara esa canción!). Esa es Turbulencia O La Crónica Semanal Reseñada De Una Historia Sin Despedida. Y así sigue la lista de tracks: impresión desgarradora tras impresión inolvidable y potente.

Mientras escucho El Zafiro De Las Galas, me doy cuenta que salto de joya en joya (es decir, de canción en canción), y me percato de algo irrechazable: todas son El Zafiro. Lo que he puesto en mi cd player no es un disco, es un tesoro.
Julio Meza Díaz

You Tube y el servicio de los que suben buena música:




domingo, 9 de septiembre de 2007

Disco: Bailando En El Muladar (2007)


Grupo: Cementerio Club (Perú)

Si alguien me apuntara con una pistola y me pidiera, con violencia alterada, que defina en una sola palabra este último disco de Cementerio Club, diría: “Beatles”. Les aseguro que, por la certeza de mi respuesta, salvaría la vida.

Bailando en el muladar, la cuarta pieza de estudio de Cementerio Club, tiene una explícita influencia beatlesca. Para los entendidos, esto no es nuevo. Desde un principio, tanto Arbulú como Solano, las cabezas descollantes del grupo, han declarado su amor intenso e inacabable por el cuarteto de Liverpool. Pero en esta ocasión, sus corazones enloquecieron y, dicha pérdida de tornillo, que, por cierto, suele ocurrir en los enamorados enceguecidos, se reflejó en los coros melódicos, en los punteos harrisonianos y en el bajo mccartniano. Y podría seguir endilgando adjetivos beatlescos para calificar los detalles musicales de Bailando en el muladar, pero temo que la Real Academia o un purista del léxico me sancione con un certero puñete en la lengua.

Para evitar lo obvio (es decir, proceder a comentar algunas de las canciones), dejaré que tú, querido lector/oyente, descubras una a una estas inolvidables joyas que componen Bailando en el muladar. No obstante, haré una advertencia: no te dejes llevar por la primera canción, Ya no me pones. Obviamente, es una concesión hecha a favor de las radios limeñas. Con una letra que no solo linda, sino que cae en el profundo hoyo de lo estúpido (dice así: “tú ya no me pones/aunque te desnudes”), desluce el conjunto y hace pensar que el resto del disco es de una carga verbal tan inteligente como las líricas embrutecedoras de Maná o los monólogos iluminados de un chimpancé alcoholizado. Otro dato: no eviten el track 11, Verte Madrugar. A diferencia de Ya no me pones, la señalo como la cúspide del disco y, quizás, de toda la carrera musical de Cementerio Club. De una carga poética sencilla pero contundente, tiene momentos de una intensidad descarrilada y tierna semejantes al primer beso de una niña o al primer homicidio de un criminal. Solo te diré algo más: no te la pierdas.

Y bueno, de seguro habrá algún disidente que pregunte: ¿pero de la mera influencia de los Beatles no han pasado a la copia descarada? Por supuesto que es una interrogante válida. Pero la música actual, como cualquier arte, se fundamenta en sus precedentes. Como la gran mayoría de mis lectores saben, el genio no se encuentra en el acto del simple calco, sino en ordenar los elementos heredados y darle una nueva y brillante forma. Y eso es, exactamente, lo que ha hecho este buen grupo de rock peruano.

Espero que nunca acaben en el cementerio de nuestra memoria, es decir, en nuestro triste olvido, sino que se anclen en el club de nuestros mejores recuerdos, señores de Cementerio Club.

Julio Meza Díaz

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