Hay una sentencia que repetimos cada cierto tiempo los que gozamos de la música en el Perú: la radio es una basura.
Aunque pareciera demasiado drástica, no es muy difícil sustentar esa afirmación. Sólo hace falta revisar el dial con los oídos atentos, y lo dicho se impregnará en nuestra mente como una sentencia inapelable. No obstante, para aquellos que no manejan el tiempo o la paciencia que demanda pasar de una emisora a otra, procederé a detallar lo que se transmite en el día a día. A favor de quienes se regocijan con la salsa (y, para ser más preciso, con la salsa sensual), hay una diversidad de estaciones que bien pueden satisfacer ese gusto. Pero, debo señalar que, si, por ejemplo, alguien deseara escuchar una salsa barroca, a la manera de las canciones de Maestra Vida, de Rubén Blades, tendría que aguardar un programa especializado o, es lamentable decirlo, la muerte del mencionado músico, hecho que, tal vez, motivaría la puesta en el aire de sus más destacados logros sonoros. Por otra parte, los adictos al folclor también poseen sus espacios en el dial. Pero, en los mencionados ámbitos, además de lo producido por los (as) cantantes de moda, ¿disfrutan de la fina guitarra de Manuelcha Prado o de las rebeldes canciones de Martina Portocarrero? La respuesta obvia es no. Empero, no quiero ser pesimista; de modo que seguiré mencionando otros géneros. Y se me ocurre el siguiente: el reggaetón. Si un sujeto es fanático de dicha corriente rítmica, no me cabe duda de que sí tendrá oportunidad de solazarse con las transmisiones radiales. Pero, si quiere prestar atención a las letras de Calle 13, grupo reggaetonero que crítica a sus pares musicales y, con ironía y desparpajo, ametralla con un verbo trepidante el sistema social, ¿podrá hacerlo? Pues no. Alguien de seguro preguntará: ¿y el rock? Pues, si a un individuo le divierte el rock, tiene a la mano un buen número de emisoras. Pero (y este es el cuarto “pero”), si quiere escuchar la poesía de Spinneta o las atmósferas de Pink Floyd, el sonido sucio del primer Leusemia o la etapa psicodélica de los Beatles, únicamente le resta lo siguiente: coger su cd o su archivo en mp3, presionar play, y sentirse el más raro de los raros… De modo que, y tomando de base los cuatro casos anteriores, resumiré el párrafo con esta pregunta: ¿cabe la posibilidad que grupos o cantantes que no sigan una línea comercial o fresca o ligera o light o como quieran llamarlo sean pasados por la radio peruana? Como sospechas, la réplica es un contundente: NO.
Ahora bien, la radio no es una basura porque en su gran mayoría de emisoras (1) transmita canciones meramente divertidas y populares. No, no es esa la razón de mi calificativo. Este se debe a que el dial peruano niega la diferencia. La rechaza. La esconde. La ningunea. ¿Y por qué lo hace? Quizás porque los programadores no ven más allá de sus narices y se quedan con la epidermis de la oferta sonora. Quizás porque los programadores piensan que el público es idiota y no aceptará algo radicalmente nuevo. Quizás porque los mismos programadores reciben ciertos beneficios económicos que los obliga a poner determinado tipo de música. Quizás. Quizás.
Existe algo, sin embargo, que da una luz de esperanza a esta noche oscura. Y eso es el ejercicio de tu libertad, querido lector / oyente. Si no te agrada o no te es suficiente lo que escuchas en la radio, pregúntales a tus amigos o conocidos, ve a una discotienda surtida, revisa en internet, o, por último, haz tu propia música. Lo importante es que encuentres algo que llene, por lo menos momentáneamente, la necesidad natural que tienen tus oídos de ser atravesados por algo que consideren bello. Y si algún día llegaras a trabajar o dirigir una radio, trata de apostar por la multiplicidad de opciones, porque la única manera de realizar a plenitud la libertad es teniendo la posibilidad de elegir entre la mayor cantidad de caminos. ¿Y cuál es el camino correcto? Eso sólo tú lo sabes.
Aunque pareciera demasiado drástica, no es muy difícil sustentar esa afirmación. Sólo hace falta revisar el dial con los oídos atentos, y lo dicho se impregnará en nuestra mente como una sentencia inapelable. No obstante, para aquellos que no manejan el tiempo o la paciencia que demanda pasar de una emisora a otra, procederé a detallar lo que se transmite en el día a día. A favor de quienes se regocijan con la salsa (y, para ser más preciso, con la salsa sensual), hay una diversidad de estaciones que bien pueden satisfacer ese gusto. Pero, debo señalar que, si, por ejemplo, alguien deseara escuchar una salsa barroca, a la manera de las canciones de Maestra Vida, de Rubén Blades, tendría que aguardar un programa especializado o, es lamentable decirlo, la muerte del mencionado músico, hecho que, tal vez, motivaría la puesta en el aire de sus más destacados logros sonoros. Por otra parte, los adictos al folclor también poseen sus espacios en el dial. Pero, en los mencionados ámbitos, además de lo producido por los (as) cantantes de moda, ¿disfrutan de la fina guitarra de Manuelcha Prado o de las rebeldes canciones de Martina Portocarrero? La respuesta obvia es no. Empero, no quiero ser pesimista; de modo que seguiré mencionando otros géneros. Y se me ocurre el siguiente: el reggaetón. Si un sujeto es fanático de dicha corriente rítmica, no me cabe duda de que sí tendrá oportunidad de solazarse con las transmisiones radiales. Pero, si quiere prestar atención a las letras de Calle 13, grupo reggaetonero que crítica a sus pares musicales y, con ironía y desparpajo, ametralla con un verbo trepidante el sistema social, ¿podrá hacerlo? Pues no. Alguien de seguro preguntará: ¿y el rock? Pues, si a un individuo le divierte el rock, tiene a la mano un buen número de emisoras. Pero (y este es el cuarto “pero”), si quiere escuchar la poesía de Spinneta o las atmósferas de Pink Floyd, el sonido sucio del primer Leusemia o la etapa psicodélica de los Beatles, únicamente le resta lo siguiente: coger su cd o su archivo en mp3, presionar play, y sentirse el más raro de los raros… De modo que, y tomando de base los cuatro casos anteriores, resumiré el párrafo con esta pregunta: ¿cabe la posibilidad que grupos o cantantes que no sigan una línea comercial o fresca o ligera o light o como quieran llamarlo sean pasados por la radio peruana? Como sospechas, la réplica es un contundente: NO.
Ahora bien, la radio no es una basura porque en su gran mayoría de emisoras (1) transmita canciones meramente divertidas y populares. No, no es esa la razón de mi calificativo. Este se debe a que el dial peruano niega la diferencia. La rechaza. La esconde. La ningunea. ¿Y por qué lo hace? Quizás porque los programadores no ven más allá de sus narices y se quedan con la epidermis de la oferta sonora. Quizás porque los programadores piensan que el público es idiota y no aceptará algo radicalmente nuevo. Quizás porque los mismos programadores reciben ciertos beneficios económicos que los obliga a poner determinado tipo de música. Quizás. Quizás.
Existe algo, sin embargo, que da una luz de esperanza a esta noche oscura. Y eso es el ejercicio de tu libertad, querido lector / oyente. Si no te agrada o no te es suficiente lo que escuchas en la radio, pregúntales a tus amigos o conocidos, ve a una discotienda surtida, revisa en internet, o, por último, haz tu propia música. Lo importante es que encuentres algo que llene, por lo menos momentáneamente, la necesidad natural que tienen tus oídos de ser atravesados por algo que consideren bello. Y si algún día llegaras a trabajar o dirigir una radio, trata de apostar por la multiplicidad de opciones, porque la única manera de realizar a plenitud la libertad es teniendo la posibilidad de elegir entre la mayor cantidad de caminos. ¿Y cuál es el camino correcto? Eso sólo tú lo sabes.
Julio Meza Díaz
(1) Debo señalar que existen dos emisoras (Radio Filarmonía y Doble Nueve) que apuestan por una señal distinta. La primera se dedica de manera especial a la música de cámara; y la segunda al rock anglosajón más rebuscado. Por otra parte, si se busca con lupa, se puede hallar algunos programas, de muy pocas horas de duración, que tratan de darle nuevos aires al dial peruano. Sin embargo, ambos casos (las emisoras y los programas) constituyen la excepción que, lamentablemente, confirma la regla.
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