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martes, 30 de junio de 2009

La radio peruana

Hay una sentencia que repetimos cada cierto tiempo los que gozamos de la música en el Perú: la radio es una basura.

Aunque pareciera demasiado drástica, no es muy difícil sustentar esa afirmación. Sólo hace falta revisar el dial con los oídos atentos, y lo dicho se impregnará en nuestra mente como una sentencia inapelable. No obstante, para aquellos que no manejan el tiempo o la paciencia que demanda pasar de una emisora a otra, procederé a detallar lo que se transmite en el día a día. A favor de quienes se regocijan con la salsa (y, para ser más preciso, con la salsa sensual), hay una diversidad de estaciones que bien pueden satisfacer ese gusto. Pero, debo señalar que, si, por ejemplo, alguien deseara escuchar una salsa barroca, a la manera de las canciones de Maestra Vida, de Rubén Blades, tendría que aguardar un programa especializado o, es lamentable decirlo, la muerte del mencionado músico, hecho que, tal vez, motivaría la puesta en el aire de sus más destacados logros sonoros. Por otra parte, los adictos al folclor también poseen sus espacios en el dial. Pero, en los mencionados ámbitos, además de lo producido por los (as) cantantes de moda, ¿disfrutan de la fina guitarra de Manuelcha Prado o de las rebeldes canciones de Martina Portocarrero? La respuesta obvia es no. Empero, no quiero ser pesimista; de modo que seguiré mencionando otros géneros. Y se me ocurre el siguiente: el reggaetón. Si un sujeto es fanático de dicha corriente rítmica, no me cabe duda de que sí tendrá oportunidad de solazarse con las transmisiones radiales. Pero, si quiere prestar atención a las letras de Calle 13, grupo reggaetonero que crítica a sus pares musicales y, con ironía y desparpajo, ametralla con un verbo trepidante el sistema social, ¿podrá hacerlo? Pues no. Alguien de seguro preguntará: ¿y el rock? Pues, si a un individuo le divierte el rock, tiene a la mano un buen número de emisoras. Pero (y este es el cuarto “pero”), si quiere escuchar la poesía de Spinneta o las atmósferas de Pink Floyd, el sonido sucio del primer Leusemia o la etapa psicodélica de los Beatles, únicamente le resta lo siguiente: coger su cd o su archivo en mp3, presionar play, y sentirse el más raro de los raros… De modo que, y tomando de base los cuatro casos anteriores, resumiré el párrafo con esta pregunta: ¿cabe la posibilidad que grupos o cantantes que no sigan una línea comercial o fresca o ligera o light o como quieran llamarlo sean pasados por la radio peruana? Como sospechas, la réplica es un contundente: NO.

Ahora bien, la radio no es una basura porque en su gran mayoría de emisoras (1) transmita canciones meramente divertidas y populares. No, no es esa la razón de mi calificativo. Este se debe a que el dial peruano niega la diferencia. La rechaza. La esconde. La ningunea. ¿Y por qué lo hace? Quizás porque los programadores no ven más allá de sus narices y se quedan con la epidermis de la oferta sonora. Quizás porque los programadores piensan que el público es idiota y no aceptará algo radicalmente nuevo. Quizás porque los mismos programadores reciben ciertos beneficios económicos que los obliga a poner determinado tipo de música. Quizás. Quizás.

Existe algo, sin embargo, que da una luz de esperanza a esta noche oscura. Y eso es el ejercicio de tu libertad, querido lector / oyente. Si no te agrada o no te es suficiente lo que escuchas en la radio, pregúntales a tus amigos o conocidos, ve a una discotienda surtida, revisa en internet, o, por último, haz tu propia música. Lo importante es que encuentres algo que llene, por lo menos momentáneamente, la necesidad natural que tienen tus oídos de ser atravesados por algo que consideren bello. Y si algún día llegaras a trabajar o dirigir una radio, trata de apostar por la multiplicidad de opciones, porque la única manera de realizar a plenitud la libertad es teniendo la posibilidad de elegir entre la mayor cantidad de caminos. ¿Y cuál es el camino correcto? Eso sólo tú lo sabes.


Julio Meza Díaz


(1) Debo señalar que existen dos emisoras (Radio Filarmonía y Doble Nueve) que apuestan por una señal distinta. La primera se dedica de manera especial a la música de cámara; y la segunda al rock anglosajón más rebuscado. Por otra parte, si se busca con lupa, se puede hallar algunos programas, de muy pocas horas de duración, que tratan de darle nuevos aires al dial peruano. Sin embargo, ambos casos (las emisoras y los programas) constituyen la excepción que, lamentablemente, confirma la regla.

Radios peruanas que recomiendo:




sábado, 27 de junio de 2009

Michael Jackson (1958 – 2009)


Cosa rara. Estas dos palabras bien pueden describir la vida entera de Michael Jackson como la reacción de miles o quizás millones de personas frente al fallecimiento del mencionado artista.

Michael tuvo una carrera musical vertiginosa. Desde sus primeros años de vida, se presentó en shows televisivos, encandiló con su voz de una agudeza de almizcle y entusiasmó con sus pasos elásticos de baile. Transcurrió el tiempo, y, poco a poco, lo musical dio un salto al costado, para dejar ingresar la obsesión por una extraña búsqueda: la de una estética anatómica que aliviara (sospecho) retorcidos complejos interiores. De una tez negra, con pelo ensortijado y labios henchidos, Michael se tornó en un moreno de finos rasgos, para, por último, terminar en una suerte de hombre blanco que lindaba más con la truculencia de lo freack, que con lo supuestamente bello y sofisticado. Michael, de un modo evidente, rechazó su color de piel y sus formas corporales de origen, y se lanzó a la persecución de una “mejor” apariencia, que lo contentara a sí mismo y, quizás, a sus admiradores (1).

Ahora bien, con motivo de su reciente muerte, y según las lecturas que he recogido de un sinnúmero de medios, puedo afirmar que no se recuerdan estos hechos enumerados que son tan contundentes como llamativos. La fanaticada (conformada por blancos, negros, cholos, chinos y, quién sabe, hasta marcianos) llora su partida, sin traer a la memoria que el fallecido fue un ejemplo de angustia, confusión y temor. Además, es por lo menos sospechoso que, hasta hace tan sólo unos cuantos años, muchos pedían una drástica sanción contra Michael por haber violentado, según la parte contraria, la integridad sexual de un menor de edad. En aquel entonces, Michael era un perverso, un enfermo sexual que, abusando de su dinero y poder, engatusaba a niños hasta llevarlos a su rancho privado, y, en ese lugar, los empujaba a la realización de tocamientos y demás prácticas lascivas. No olvides, estimado lector / oyente, que el jurado norteamericano que vio el caso nunca señaló si Michael había realizado o no los delitos que se le imputaban, pues el conflicto jurídico se solucionó mediante un trato extralegal.

Y bueno, estimado lector / oyente, mi propósito no es tirarle barro desde un ventilador a Michael y sus seguidores. En primer lugar, Michael no fue el único responsable de su viaje hacia lo extraño: mucha culpa tienen los complejos, las presiones sociales y las enfermedades ideológicas del siglo XX occidental. Nosotros (tanto tú, lector / oyente, como yo) convertimos, de algún modo, al menor de los Jackson en un ser claroscuro y patético. Por último, el público de doble discurso (2), olvidadizo, convenido y mezquino, que ahora lamenta la pérdida de Michael tampoco es del todo responsable de su actuar. Los medios de comunicación, la falta de conciencia crítica y el arrastre de las masas, están casi obligando a esta gente a sufrir por alguien al que, hasta hace un tiempo atrás, rechazaban y vituperaban.

Michael, no sólo tú fuiste raro, también lo es tu público. Cosa rara, ¿no?

(1) Existe un detalle importante a rescatar. La muerte de Jackson, quien había procurado la satisfacción personal mediante el cambio del color de su piel, se ha dado cuando otra persona negra, Barack Obama, sin modificar sus rasgos originales, ha conseguido hace poco un logro mayúsculo: la presidencia de los EEUU. Coincidencia importante, pues señala, tal vez, que nuevos vientos recorren el mundo.
(2) Cuando refiero las palabras “público de doble discurso”, quizás se pueda pensar que tropiezo en el error de la generalización. Por ello, quiero aclarar que dicho término hace mención a determinado tipo de seguidor de Michael. Estos se encuentran en un universo conformado por las siguientes personas: los seguidores fieles de Michael, los que recién ahora lo traen a la memoria, y los que denominaré, con un poco de diplomacia, “cambiantes”. Estos últimos son los que, hasta hace no mucho, pedían un castigo para Michael por sus no probados delitos sexuales, pero que, en estos días, se acongojan por la muerte de dicho artista norteamericano. Estos son los seguidores que incluyo en la categoría de “público de doble discurso”.
Julio Meza Díaz

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