
Hoy, sudado y con la respiración entrecortada, me senté de nuevo en una de las bancas del mencionado parque, y, entre los árboles sosegados, pude observar al detalle ese trance extraño que es el tratar de perennizar el día del matrimonio. Los novios están tensos, pues temen que los trajes se arruguen o maltraten, que el peinado o el maquillaje se estropee, que se pase la hora y lleguen tarde a la fiesta. En suma, la situación es muy estresante. Sin embargo, al momento de la foto, deben (y repito: deben) fingir felicidad. Así, he visto a novias sonreír de oreja a oreja, y, luego del click fotográfico, volver al gesto de la mujer agobiada, perturbada y enferma de confusión. También he visto al novio mostrar su mejor porte de caballero, y, después del flash, arrojar una andanada de groserías contra la corte de ayudantes que se requiere en esos momentos.
De inmediato, me pregunté: ¿qué es más importante en los ritos contemporáneos como, por ejemplo, el matrimonio: ser o parecer? Y pensé en otros rito: el primer día de nido o colegio –en el que, en muchas ocasiones, el niño o niña está llorando con desesperación, pero la madre trata de sosegarlo para que salga bien en la foto–, la primera comunión –en la que, por lo común, el niño o niña está preocupado o incluso asustado porque recibirá el cuerpo y la sangre de un individuo que murió de forma tortuosa–, la graduación –en la que, por lo menos en mi universidad, los graduandos o graduandas están más interesados en que sea su terno o su vestido el más destacado de la ceremonia–, el primer día de trabajo –en el que, según mi experiencia, el novel trabajador o trabajadora está nervioso, pero siente la obligación de mostrar la tranquilidad de una roca–, y el día del entierro –en el que, usualmente, los deudos y deudas hablan maravillas del finado o finada, cuando, a veces, dichas maravillas esconden una vida llena de maldades y perversiones–.
¿Queda, entonces, algún rito en el que sea más importante ser que parecer? Bueno, creo que el único rito contemporáneo en el que se privilegia el ser se denomina concierto musical. Cuando uno es fan, cuando uno disfruta de la música que está oyendo en vivo, cuando uno siente que las notas atraviesan su cuerpo hasta sacudirlo de electricidad, cuando uno se encuentra rodeado de gente que comparte su placer por determinados sonidos, cuando uno junta su voz a la del cantante en una conjunción poderosa que destella amor a la música, cuando sucede todo ello, la persona no se guía por el “parecer”, sino por el “ser”. Puesto que, cuando se liberan tantas emociones, es difícil estar pendiente del parecer, que siempre requiere una deliberación previa. Así, en el concierto musical, el espectador sólo se deja llevar por el gozo, prescindiendo de las opiniones de los otros e incluso de las de sí mismo, opiniones que, en muchos casos, nos obligan a aparentar lo que no somos.
Entonces, estimado lector / oyente, te invito a que asistas a los conciertos musicales. Pues estos quizás sean el último rito en el que importe más el ser que el parecer. Como diría Gustavo Cerati, “bienvenidos al rito”.
Julio Meza Díaz
Gracias a You Tube, imágenes de algunos conciertos: