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jueves, 10 de julio de 2008

Pieza: Borrador Cuatro (2008)

Solista: Murakami (Perú)

Hace unos días, una persona X, especialista en los comentarios sobre rock y con un juicio crítico que respeto, me soltó un par de ideas que me dejaron turulato.

-Sabes, Julio, creo que deberías cuidar tu escritura. A veces eres reiterativo y caes en enredos innecesarios.

“¿Cómo?”, me dije. “¿Eso significa que mi lenguaje es confuso? ¿Qué no me dejo entender?”. Pues me parece que no es cierto, porque siempre he escrito con una claridad que hasta peca de evidente, sin significar esto que menosprecie a mis lectores, ya que ellos saben muy bien que nunca he pergeñado una frase con propósitos facilistas. A mi entender, la prosa que empleo se encuentra en un punto intermedio entre lo sencillo y lo críptico. Y, si no me han comprendido, entonces me expresaré con transparencia en las siguientes palabras: lkajdad kljadhla uihvxkc lmanrwe ja ja ja!. Fácil, ¿no? Creo que cualquiera puede descifrar lo que he escrito.

-Y, además, Julio, te dedicas a los grupos de rock en español comerciales.

“¿Y es cierto eso?”, me pregunté y, luego de algunos segundos de meditación, concluí: “Yo, que siempre he pensado que busco y rebuscó hasta bajo las piedras de lo que se compone en Latinoamérica y España para hacer mis críticas, debo aceptar con tristeza que esa afirmación es verdadera”. Pues las bandas y solistas que salen en mi blog gozan de cierta fama. Sin embargo, no por ello he regalado flores a cada uno de mis objetos de crítica. En la medida de lo posible, he tratado de guiarme por ciertos parámetros para soltar los adjetivos correspondientes. Y, a veces, estos han sido poco gratos e incluso burlones, cuando el producto musical así lo ameritaba.

Pero ahora, yendo a contracorriente de este último comentario de la persona X, hablaré no de un compositor underground, sino de uno under-underground (si es que cabe el término, por supuesto).

Era el 2004, y yo, entre jalados, desamores y lecturas febriles de madrugada, iba la facultad de Derecho de la Universidad Católica. En aquella ocasión, creo que me tocaba Contratos Generales, con un profesor que prefiero nombrarlo de manera cariñosa: so reverendo hijo de puta. Sin ninguna duda, yo en dicha clase sufría a mares. Primero, porque se dictaba luego del almuerzo, y, en ese lapso de tiempo, sólo pienso en dormir en los cómodos muebles de mi sala. Y segundo, porque los contratos unidos al idiota dogma del análisis económico del derecho resultan siendo algo aterrador: reducen el universo a la ley de lo más rentable y menos rentable. So reverendo hijo de puta, ¿acaso cuando le das una caricia a tu hijo o te acuestas con tu esposa piensas en lo más rentable? En fin, el caso es que, en medio de ese caos académico, conocí a un pelucón que se llamaba César. Él era lo que siempre he envidiado: un hombre relajado y sin remordimientos. Y eso me agradaba tanto que decidí seguir sus pasos: yo también empecé a faltar a clase, y no me sorprendí cuando me desaprobaron con un bochornoso cero cinco.

-Por lo menos te puso cinco puntos -me dijo César, cuando comparamos nuestras notas-. A mí me puso dos.
-Bueno, qué chucha. Cambiemos de tema.
-Okey.
-Sabes, hace poco te vi con un libro de poesía. ¿Por casualidad escribes?
-No. Yo compongo y canto. Tengo mi banda de reggae que se llama La Mole.
-Ah caramba. Qué bueno. Y dime, ¿cómo haces para compatibilizar el Derecho con la música?
-Es fácil: no estudio.

Aplicaba entonces una técnica académica suicida. Sin embargo, pese a lo esperado -es decir, que jalara tres veces un curso y lo botarán de una patada de la Católica-, acabó sus estudios a tiempo, y logró convertirse en un alumno egresado de mi facultad. En lo que respecta a lo musical, César ha dejado el reggae, y, oculto en su propio estudio musical, y bajo el pseudónimo de Murakami, compone canciones pop que le deben mucho a la actual vertiente de grupos españoles (Family, El Niño Gusano, La Buena Vida y un pronunciado etcétera). Sus piezas poseen un aire entre melancólico y áspero. Llevan capas envolventes de sonido electrónico y producen una extraña sensación: el escucha se queda con el deseo de gozar de más de este estilo adictivo. Te recomiendo, mi estimado lector / oyente, que te des una vuelta por su My Space (www.myspace.com/peterquistgardyelsindicatodepiratas), y disfrutes las excelentes composiciones de mi amigo César.

Y bueno, ¿comento o no comento grupos no comerciales? Al parecer, en esta oportunidad, he hecho la excepción y le he dado vitrina a un muchacho que, si bien compartió aulas conmigo, también domina la estética musical y se merece una oportunidad en el mundo del rock. Y, por otro lado, mi querido lector / oyente, ¿has leído con facilidad el presente comentario? ¿O has detectado algunos baches en mi sintaxis que hacen ilegible mis párrafos? Si es así, y crees como la persona X que debería mejor mi formato escritural, pues te sugiero que le des una ojeada a mi siguiente explicación, transparente como el agua de manantial: lsjkfhgsldkjf lsfjkslkgjs peowit´ñaslfkg kajdal, cha cha cha!


Julio Meza

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